Relación con el pene

Desde pequeño me acostumbré a escuchar palabras como “importa un pico”, “vale verga”, “el día del pene”, etc. Así, el pene apareció en mi vida como algo menospreciable, sucio o poco importante. Afirmaciones un tanto contradictorias porque al mismo tiempo el pene era aquello por lo que los adolescentes varones alardeaban, competían y bromeaban: quien la tiene más grande, quien dura más, quien ha tenido más sexo, etc. De esta forma el pene era no muy importante y a la vez super importante siempre y cuando se le entendiera como una máquina de fuerza, rendimiento y demostración de la virilidad. Esto hizo que me sintiera inseguro al principio, pues sentía que no la tenía tan grande como algunos compañeros, al mismo tiempo me hizo generar una relación ansiosa con mi pene: quería que sirviera como esta maquina de fuerza y rendimiento de la cual tanto se hablaba. 

Mis primera experiencias sexuales me frustraron: no había “rendido” como esperaba y me sentía inseguro con esta parte de mi cuerpo que hasta entonces observaba como algo que tenía que funcionar y que tenía que validarme. Incluso, en momentos no respeté sus ciclos, sus ritmos y dolores. A veces tenía sexo solo por cumplir con el mandato autoimpuesto de esta masculinidad, a veces me enojaba porque no tenia una erección (cuando simplemente no quería o tal vez estaba nervioso)

Todo esto fue haciendo que la relación con mi centro sexual masculino fuera una relación superficial, instrumental, desconectada y exigente. Lo que se tradujo en que me gustaba mi pene solo cuando estaba erecto y cuando “me cumplía” (¿A cuantos varones les acomoda ver su pene flácido?) 

Lo cierto es que los penes no son máquinas de fuerza y rendimiento que siempre están dispuestos, sino que están conectados y responden a todo nuestro cuerpo, a nuestras emociones, a nuestra energía, a nuestro estado psicológico actual, etc. El crecimiento y las nuevas experiencias me fueron demostrando lo anterior. Sobre todo la relación con mis parejas sexuales, quienes sorprendentemente me enseñaron a amar y aceptar mi pene. Recuerdo una vez eyaculé antes de lo que quería y me frustré mucho, mi pareja me dijo: “tranquilo, está bien”. Esas palabras nunca me las había dicho yo mismo, me había empecinado en entablar esta relación exigente-demostrativa de la que hablé antes, no se me pasaba por la cabeza que a veces podía estar nervioso, a veces no podía tener una erección, a veces habían otras posibilidades. También otra pareja me dijo que encontraba lindo mi pene. Yo para mis adentros pensaba “¿lindo?”, solo había visto que a las vulvas en Instagram -y por los movimientos de mujeres- se les había otorgado esta cualidad, jamás se me pasó por la cabeza que también podía haber belleza en mi pene, y en los penes. Pero lo fui entendiendo.

El pene patriarcal tan endiosado y el pene real tan menospreciado. Es necesario recuperar una relación integral con nuestro pene y entenderlo como una parte fundamental de nuestro organismo.

Recuperar una relación de amor y aceptación por nuestro pene significa aceptar sus ciclos, sus flujos, saber aceptar cuando desea y cuando no, reconocer su sabiduría, conectarlo a todo nuestro cuerpo y emociones. En este camino se corre el riesgo de penalizar la penetración y el impulso sexual y eso es un gran error. Recuperar una relación amorosa con nuestro pene no es solo aceptar el pene flácido sino también reconocer al pene erecto, deseoso, y darle espacio al instinto para que se despliegue en la penetración de manera sana, cuidadosa y equilibrada. 

Related Posts