Mucho de la masculinidad hegemónica tiene que ver con negar quien realmente somos. Este tipo de masculinidad nos ha enseñado a vivir desde una idea, desde un personaje (“ser realmente hombre”) y no desde la propia autenticidad. Al estereotipo de genero nunca le importó quienes éramos, de hecho preexiste a nuestra vida.
Como varones se nos ha enseñado una y otra vez a no expresar ni reconocer nuestras emociones y por tanto se nos ha hecho difícil el proceso de autoconocernos. Nos hemos entrenado corporalmente durante muchos años para reprimir emociones y quizás a esta altura ya nos sea difícil incluso reconocerlas. De esta forma muchos hombres viven disociados de lo que sienten y tienden a identificarse exclusivamente con sus pensamientos. Dicha identificación nos da una ilusión se control y nos permite razones y elaborar ideas pero sin conectar esa elaboración con nuestros sentimientos. En este sentido la masculinidad hegemónica es una defensa contra las posibilidades de autoconocimiento de los hombres.
El patriarcado impone el desconocimiento de los hombres con ellos mismos para que puedan sostener un sistema de relaciones de opresión con si mismos y con los otros.
Que impactante esta consecuencia de adoptar la masculinidad hegemónica.
¿En qué realidad nos sustentamos los hombres si desconocemos nuestras emociones y no nos conocemos mucho? ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Qué siento? ¿Cómo moverme? ¿Cómo respondo yo ante este dilema? ¿Cómo empiezo a habitarme a mi mismo desde este lugar de disociación? ¿Qué acciones estoy realizando para reconectar conmigo? ¿Le doy importancia al proceso de conocerme? ¿Me estoy haciendo cargo? ¿Cómo comienzo a integrar lo que siento y lo que me pasa en mis relaciones, familia, trabajo, etc.? ¿Me comunico afectivamente? ¿Qué cosas me cuesta más sentir?